Es tu culpa que no pueda descansar en las noches... Me acostumbraste a
aprovechar la magia de la noche, su erotismo y su fresca brisa para hacerte el
amor cada madrugada bajo las estrellas. Me hiciste adicto a tus caricias, tus
besos y tus palabras de amor entre la obscuridad; a ese jugueteo entre sábanas que
te hacía reír y gozar tanto; que te hacía feliz.
La vida es majestuosamente irónica: aunque está llena de injusticias,
al final resulta justa. Tal vez ahora no estés conmigo; pero sé que tarde o
temprano desearás volver, porque es muy distinto hacer el amor a tener simplemente
sexo.
El cosquilleo, las caricias y los besos llegan a otro nivel; están
llenos de ternura, cariño, respeto y admiración. Al penetrarte se unen algo más
que nuestros cuerpos; se funden nuestras almas y se hacen una, porque ya no
quieren estar separadas nunca más. El tiempo deja de ser un límite, para convertirse
en un cómplice de este amor infinito.
¡Volverás! Se nota en tu mirada cuando se cruza con la mía; en tu
semblante cuando te digo lo mucho que te quiero; en tu piel al estremecerse
cuando la acaricio accidentalmente... Tú eres la única que puede detener esta
locura. ¡No te limites! ¡No lo pienses! Ven y deja que mi amor… lo diga todo.
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